Autora: NATI MARTÍN GARCÍA

Navegando un poco por las tradiciones y acontecimientos festivos del pueblo, me vienen a la memoria unos recuerdos y aromas especiales de la noche de San Juan. Una noche mágica para celebrar el solsticio del verano y rendir culto al fuego, el agua y las plantas.

El fuego destruye y purifica, por eso, dependiendo en cada pueblo o ciudad, se alimentan las hogueras con trastos viejos, muñecos de trapo, paja o cartón, objetos y conjuros para destruir la mala suerte y ahuyentar a los malos espíritus.

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Durante esta noche mágica, las aguas de fuentes y ríos reciben una especial bendición y adquieren poderes curativos; se multiplican las virtudes beneficiosas de las plantas medicinales, al mismo tiempo las venenosas pierden sus poderes y cuentan que los helechos florecen a media noche.

Los pétalos de rosa, plantas silvestre y diversas flores, para macerar en agua dejándolo  al rocío de la noche y a la mañana siguiente lavarse con ella, servían para conservar la belleza y preservar cualquier mal del cuerpo o del alma.

Existen infinidad de leyendas fantásticas relacionadas con esta Noche, cuentan que en el fondo del Lago de Sanabria, se encuentra sumergido un pueblo llamado Villaverde de Lucerna y en la madrugada del día de San Juan, se pueden escuchar las campanas de su Iglesia; Otra leyenda similar existe sobre el Lago Carucedo (León), junto a las Médulas.

Magia, todo es posible en la noche de San Juan

 

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Las hogueras, una tradición tan antigua como la vida del hombre en la tierra, también tenía su magia y encanto en La Zarza.

Se podría decir que comenzaba a prepararse los días anteriores al Jueves de Corpus, con la recolección de tomillos y demás plantas aromáticas para alfombrar las calles y decorar los altares por donde pasaría el Santísimo; después de la fiesta, los vecinos barrían sus calles y recogían estas plantas que servirían para alimentar las hogueras.

Tomillo  (Cantueso)

Sin ninguna duda, el humo de nuestras hogueras era doblemente purificador, teniendo en cuenta que los tomillos, flores de geranio, pétalos de rosas, hierbabuena, etc... habían alfombrado las calles del pueblo durante el Jueves de Corpus, por lo tanto, estaban bendecidas por el Santísimo y ahora recibían las propiedades de la Noche encantada. Todo el pueblo olía a gloria, no importaba que el humo te entrara en los ojos: -No pasa nada, este humo es curativo, previene los catarros, cura las heridas y hace desaparecer los granos de la cara- esto decía la gente mayor a los más pequeños para animarles a saltar la hoguera. Todo el mundo disfrutaba y saltaba las hogueras y los más jóvenes corrían por el pueblo, desde la Bardera hasta el Tumbarón, desde el Torreón hasta el Juego de Pelota, para descubrir cuál era la mejor y más grande de todas las hogueras.

Texto: Nati Martín García  -  Fotos: Manuel Hernández- (Mar.2003)


 

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