Hay dos muchachos, uno de Mieza y otro de la Zarza, que son un poco traviesos. Venancio y Manolo, respectivamente. Juegan a cosas  raras, otras no tanto. Quieren ser los dos de Mieza y de La Zarza a la vez. Tener doble “nacionalidad”, según ellos. Al tal Venancio hay que vigilarlo de cerca, pues aunque dice cosas despectivas de nuestro puente  Robledo, solo son argucias para despistar. Le gusta mucho, lo pinta a fuego (pirograbado) y como ingeniero jubilado que es, es muy capaz de trasladarlo, en cualquier noche oscura (a él no le asustan los robles con formas de fantasmas)  y piedra a piedra, llevárselo a cualquier regato de Mieza. Debemos estar alerta.

Ahora en serio. Nos conocemos como paisanos de pueblos cercanos y en Salamanca vecinos  también cercanos. Nuestros encuentros son frecuentes; los intercambios de pareceres, de sus y muchas y ricas experiencias, libros escritos, etc., también su blog en nuestro Rincón bloguero, semi-abandonado, y ese abandono no está bien. Un articulito de los tuyos una vez al mes o cada dos meses, no estaría mal.

Pero hoy, quiero mostraros aquí, RECUÉRDAME, el último regalito que Venancio me entregó hace ya unos días. Deseo compartirlo con todos vosotros porque veréis que en la cajita (zarceña) pirograba, aparecen nuestros símbolos-iconos del pueblo; pero he aquí que él ha incluido uno más a los cuatro que ya teníamos: La Torre, El Torreón, El Pilar y El Puente Robledo. Comprobaréis que aparece uno más:      El Cobertizo de unos portones; su conjunto.

Lo mejor será que os lo muestre con la leyenda que acompaña, aunque él no es partidario que lo haga, pero yo, como esa cajita ya es mía y el escrito que acompaña también, quiero que vosotros lo disfrutéis como yo.

     GRACIAS, Venancio y perdóname.

 

¡Ah!  El puente se queda donde está. Palabra de zarceño.

                                                                                                                                              Manolo


RECUÉRDAME

Manolo, este estuche, RECUÉRDAME, es el espejo de otro vídeo RECUÉRDAME. Está vacío, pero llénalo con tus recuerdos.

Guarda todos tus recuerdos en este pequeño baúl. No le pongas alcanfores. Ponle el aliento de tu cariño para conservarlos. Y cuando lo abras, será como la caja de Pandora, brotarán y te asaltarán.

 
       Esta cajita de tus sueños tiene cuatro caras pirograbadas.
La superior la titulo “LAS TRES PREGUNTAS”. Contéstame tú. Porque, ¿qué hacen esos edificios alrededor del Pilar zarzoso?:
        ¿Juegan al corro la Patata comiendo su ensalada?

        ¿Se están abrevando?

       ¿Admiran la vanidad de su ombligo en el espejo de las aguas?


La cara frontal la titulo

(“PANTA REI”), TODO FLUYE. Pasa el agua bajo el puente, tranquila o turbulenta, rumorosa o con estruendos. Pasa la gente por encima del puente, placentera o enzarzada en sus quehaceres. Y el Puente, ese vejo y abandonado puente, el San Cristóbal que ayuda a la gente a vadear el río, parece indiferente al devenir del agua y de la gente. No. Aquí confluyen varios devenires, el devenir del agua que fluye bajo el río, el devenir de la gente sobre el puente y el puente que también deviene cuando estos devenires generan conflictos entre ellos, tensiones entre las fuerzas de empuje y resistencia, que se tensan hasta que cede una fuerza, o hasta que se equilibran, generando en este momento una armonía de las fuerzas contrapuestas como las del arco que se mantiene tenso cuando se equilibran las fuerzas de acción y de resistencia antes de soltar la flecha.

El Puente fue construido para unir las dos orillas que había separado el Río. Los ríos siempre, siempre separan. Y ahora, míralos, el Río y el Puente se enzarzan con frecuencia en una lucha a cara de perros. En este campo de batalla ha quedado herido el Puente. Pero míralo, él, el Puente, siempre defiende al hombre, y es el novio, que siempre ofrece sus anillos de boda al agua, ésta, que con indiferencia cruel, fluye, esquiva a los requiebros del Puente, o zalamera le contesta, quizás, quizás. Y hasta, alguna vez, la ingrata, airada, le arranca los colmillos de sus tajamares, socavando sus bases. Pero él sigue cumpliendo su misión de resistir las embestidas y zarpazos del agua para que a sus lomos pase la gente toreando al río.


    Aquí tenemos tres sujetos, el agua que fluye, los viandantes que pasan por encima del puente, y el puente que aparentemente está inmóvil. Pero, él, él también cambia por las fuerzas que lo envisten. Nada es eternamente, nada se mantiene en sí mismo, en una única definición. ¡Cuántos puentes habrán existido en este mismo lugar, puentes de palos, de lajas de piedra como el puente de Mieza a la Zarza en el Arroyo Pinal, y todos los ha arramplado el humilde río Río Uces!

      Todo lo que es, es ser en movimiento, ser una crisálida mariposa del mañana, un ser en proceso de cambio, transeúnte del ser a ser otro. Manolo, el Manolo de La Zarza, el que ha pasado, pasa y pasará sobre el Puente, es distinto del que conocí en el Parque de los Jesuitas. Y yo, que he pasado también por encima del Puente Robledo a vender fruta de Mieza, también cambio del ayer al ser de hoy. Somos así. Estamos forjándonos en la fragua de vida, macerándonos en la alquitara de los sinsabores.

      Ahora a los zarceños se les ha ocurrido poner un candado en el Puente Robledo para cobrar a los miezucos el pontazgo. Menos mal que Mieza ha puesto de embajador en La Zarza a Luis Holgado.


        En la cara de la izquierda de esta caja de pandora, titulada LOS METEMIEDOS, recuerdo a mis paisanos miezucos, cuando en las noches muy de madrugada a la ida, y en las noches muy anochecida a la vuelta, iban desde Mieza a vender sus frutas a Cabeza del Caballo, Valsalabroso, Barceo, con sus banastas en su mulo por el camino del Tejar, y dejando de lado La Zarza se dirigían por caminos de herradura al Puente Robledo, a través de tierras de labrantío entre robles solitarios, abierta su barriga en canal, desmochados, fantasmagóricos en la noche, salteadores de caminos, (para la imaginación de los miezucos), o por terrenos de pasto se internaban entre robledales donde el viento runruneaba mugidos medrosos. ¿Dónde guardarían los riberanos sus dineros a la vuelta de vender su fruta? ¿Tal vez entre la albarda del mulo?
    

    La cara de la derecha la titulo LAS RIVERAS. Esos ríos pequeños o riveras que se ensanchan y cubren los valles llenándolas de margaritas y hierbas flexibles, la flor de la Maravilla, flor que iban a coger las mozas casaderas en la víspera de San Juán.

    


En la horcajada medianera del confluir de los ríos Horcajo y Zarza de Pumareda hay dos chavales jugando al tenis, Fernando e Iván. Juegan con una cometa que dice, RECUÉRDAME.



Abre tu estuche. Lee el RECUÉRDAME y entonces…., reza a todos los recuerdos que aquí has guardado para seguir dándoles vida. Después todos ellos te darán vida a ti. Dentro está tu tú, lo tuyo. En este cofre están tus tesoros, donde guardas tus recuerdos. Aquí estás tú, enzarzao con las telarañas de tus recuerdos. Retira las telarañas. Límpialos. Desdobla este papel. Léelo. Te verás enzarzalao con tus RECUERDOS. Cuando después lo abra tu nieto, tú saltarás desde dentro como un resorte y le dirás, HOLA IVÁN, ESTAMOS AQUÍ. Pero…..

                                    SECRETUM MEUM MIHI.

O, lo que es lo mismo, pero desde fuera, contestará tu nieto:

SECRETUM TUUM TIBI.


                                                                                                                        Venancio Pascua Vicente

                                                                                 Noviembre 2021
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