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El 15 de mayo,
festividad de San Isidro, patrón de los labradores era fiesta en La
Zarza, especialmente para los niños de escuela que ese día no
acudíamos, pues era la fiesta de nuestros padres, labradores, la de su
patrón San Isidro.
Misa y procesión
con el santo, algún cohete, pegando sus pepinazos y dejando una estela
de humo y olor a pólvora que en un aire tan puro de entonces,
destacaba. Algunos zagales seguían la trayectoria ascendente del cohete
con su vara para ver dónde el viento la llevaba y conseguirla como
trofeo. A veces, la vara se posaba en algún tejado inaccesible ¡oh,
desilusión!
Después de la misa
y procesión, todos al Sindicato (Casa Social Católica)
CALITOCAALCISOSACA, (¿recuerdas) para recibir el convite que consistía
en unos chochos, entremozos, altramuces y alguna vainilla, oblea,...
dependiendo del año y de los posibles del mayordomo.
Actualmente la
imagen de San Isidro existente en el templo es la de nuestra infancia,
pero con una ausencia: la de los bueyes y el ángel arando. ¿Qué habrá
sido de la parejita de bueyes tan bonita y tan familiar, icono de las
labores cotidianas de nuestro pueblo no hace tantos años?...
¿Desertaron del arao igual que muchos de sus dueños y marcharon a otras
tierras? ... ¿Con el paso de los años llegaron a romperse?... ¿Algún
amante de lo ajeno se los llevó para su casa?... ¿Alguien sabe
qué fue de los bueyes de San Isidro, cuál su final?...
(Manolo - mayo, San Isidro 2015)
>>>
RELACIONADO


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CORRER LOS GALLOS
La infancia nos deja
una estela imborrable de recuerdos que a lo largo de la vida afloran a
nuestra mente cuando menos los esperamos; unos, nos producen alegría,
otros nostalgia, pero en la mayoría de ellos, generalmente, nos resulta
grata su inesperada presencia en el momento de visitarnos, sobre todo,
si como en mi caso, su visita te coge lejos del lugar que te vio nacer.
Siendo niño, en el
pueblo (La Zarza) existía la tradicional costumbre de correr los
gallos en la calle Albañal, (nosotros decíamos, arbañal) era una
tradición muy arraigada que gozaba de la simpatía de los zarceños. No
se concebía la fiesta sin ese evento, formaba parte de la
idiosincrasia de las gentes y del pueblo en si, era algo esperado con
ilusión, especialmente por los niños que íbamos contando los días que
faltaban para poder presenciar el acontecimiento con cierta admiración
y también, algo de envidia sana, por qué no decirlo; en el que, unos
jinetes, a lomos de unos caballos no muy espectaculares (pues casi
todos eran más bien de labranza, tiro o carga), corrían de una punta a
la otra de la calle previamente a la celebración en sí del festejo,
supongo que para animar un poco el ambiente.
Para llevar a
término este original espectáculo zarceño, se montaba una especie de
tinglado, consistente en colocar dos carros de labranza (de esos que ya
casi no quedan), uno a cada lado de la calle, levantados de forma que
las pértigas quedaran en alto, la parte posterior tocando el suelo con
cierto peso encima a modo de lastre para que no se bajase, y las ruedas
bien calzadas a ambos lados con sus correspondientes piedras para
evitar que se movieran. Esta estructura que simulaba una especie de
arco de triunfo, era el escenario en el que se iba a exhibir el
espectáculo esperado durante todo el año -el carnaval-, para celebrar
la fiesta de los gallos. Desde la punta de una pértiga a la otra iba
una soga, en cuyo centro se colgaba el gallo que iba a ser sacrificado,
con las patas atadas y cabeza abajo, esperando inconscientemente
el pobre animalillo que el golpe certero de alguno de los corredores
terminara con su vida, mientras, la algarabía de la gente celebraba el
acierto del jinete e inundaba el ambiente festivo de aplausos
acompañando a la alegre y sonriente satisfacción del autor de la obra.
Una vez puesto el
gallo fuera de combate, y mientras el jinete ganador se
enorgullecía por su conquista y mostraba a la concurrencia su
trofeo, se bajaba la maroma de uno de los extremos, se sustituía el
gallo muerto por otro vivito y coleando y, ¡hala...,! otra carrera,
otro golpe mortal, y otro gallo menos y ....., así hasta
finalizar la jarana.
Para terminar con la vida del
gallo, el jinete, (los jinetes) llevaban en una mano asido un garrote u
hoz, (no recuerdo bien) y en la otra, las riendas para poder controlar
el corcel. Cada participante se ponía en posición, y cuando se le daba
la salida al correspondiente jinete, éste se situaba lo más en el
centro posible de la calle, azuzaba al caballo incitándolo a galopar,
fijaba la vista en el gallo y... ¡Zas...,! estacazo al canto.....,
logrando con su hazaña, lo que en aquel entonces se consideraba
un merecido triunfo conseguido gracias a la habilidad del
corredor-jinete; lo cual, era motivo de celebración por él y por el
respetable que era partícipe del acontecimiento. No voy a detallar
cómo sufría el pobrecito gallo después del garrotazo....
Esta ancestral forma de
celebración festiva y poco racional, en la que despiadadamente se
fulminaba la vida de un animal indefenso con la finalidad encaminada
única y exclusivamente a la diversión de las gentes que presenciaban el
acto, no parece muy civilizada, y en la actualidad, afortunadamente ya
no es posible, gracias a las normas que regulan estos festejos y evitan
el maltrato a toda clase de animales en este tipo de prácticas que
dañan su integridad física y ofenden la dignidad humana. No parece
tampoco que en los tiempos que vivimos sea necesario sacrificar tan
cruelmente a un gallo para animar la fiesta; hay muchos otros recursos
que son totalmente inofensivos y respetuosos con los animales.
Sin embargo, a pesar de que
soy ecologista y acérrimo defensor de los animales (de todos),
considero que una tradición tan arraigada en la vida y costumbres de en
un pueblo como el nuestro no debería desaparecer. Soy partidario de
conservar y recuperar todas y cada una de las tradiciones y costumbres
desaparecidas que, desde remotos tiempos han caracterizado la vida y la
existencia de los pueblos, formando parte del acervo y de su cultura,
para que vuelvan al redil y ocupen el lugar que le pertenece en las
fiestas populares; pero..., adaptándolas a la realidad de la
situación y al momento que nos está tocando vivir y que
afortunadamente, algo ha cambiado desde aquellos aconteceres.
Correr los gallos en La Zarza,
(al menos en mi niñez y antes también) siempre fue una importante parte
de la tradición popular y costumbres de sus gentes, heredada de
nuestros antepasados que gozaba de la máxima simpatía y aceptación,
considerada como una cosa muy, muy, nuestra, de la que todos se
enorgullecían. Quizá en esos tiempos, tampoco éramos lo
suficientemente conscientes del daño innecesario e involuntario
que se le podía causar al animalillo. Eran otros tiempos, esto no
es una justificación ni una escusa, pero esa era la realidad de
entonces. No es que ahora quiera defender esa ilógica actitud, no, todo
lo contrario, pero, sí es cierto que no existía dolo ni conciencia del
mal causado por las gentes que entonces eran las hacedoras de la
celebración de este tipo eventos, en los que ponían su buena voluntad y
mejor intención para que la fiesta fuera eso: su fiesta, y la de todos.
Tan conocida era por entonces
nuestra fiesta, que hasta el martes de carnaval, que es cuando se
corrían los gallos; “el coche de línea” -el autobús- que hacía el
trayecto Aldeadávila-Vitigudino por las mañanas con el fin de acudir al
mercado de los martes en Viti, por la tarde, ya de regreso, se
detenía en las curvas, orillándose a la derecha, (al otro lado de la
casa de los padres de Manolo) para contemplar la fiesta de los gallos,
y los pasajeros le agradecían al conductor que se parara allí, que era
el lugar idóneo para poder ver el espectáculo que ello suponía en aquel
entonces. Lo que nos da una idea de cómo la fiesta de los gallos era
conocida y esperada por propios y ajenos, para disfrutarla con regocijo.
Los muchos años que median
desde la última vez que vi correr los gallos (año 1.954) y mi corta
edad en ese fecha, - entre trece-catorce años-, no me permiten
recordar bien y con exactitud, todos y cada uno de los detalles
de esa celebración, a pesar de lo mucho que entonces me gustaban, si
bien, siempre han permanecido en mi recuerdo; quizá, por la ilusión que
generaban en mí.
Por medio de algunos paisanos,
he tenido conocimiento de que ya no se corren los gallos en La Zarza
desde hace algún tiempo (bastantes años) y que la celebración de los
mismos, se ha sembrado en el jardín del olvido, con la sana
intención de algunos nostálgicos, de ver si consiguen retoñarla. ¡Qué
lástima...! Podría haberse evitado con un poco de buena voluntad....
No es mi intención polemizar
con éste tema ni sembrar cizaña o levantar ampollas ni nada que se le
pueda asemejar; mi intención es la de colaborar, participar, ayudar y
aportar mi idea de cómo veo personalmente el tema de la pérdida de las
tradiciones, todas ellas ancestrales, que van desapareciendo de las
fiestas patronales en los pueblos pequeños, que, en contra de su
voluntad - y por muchos motivos-, se van quedando en el esqueleto
irremediablemente.
Sé bien por propia
experiencia, que no resulta fácil ni sencillo recuperar las costumbres
y tradiciones perdidas u olvidadas por un periodo largo de tiempo; toda
vez, que requieren el aporte colectivo, pero, como bien sabemos los que
somos de pueblo: un grano no hace granero pero ayuda al compañero. Eso
es lo único que yo pretendo con éste escrito: aportar ese
grano para ayudar a hacer
ese granero. Nada más.
Afortunadamente, la I
Declaración Universal de los derechos del animal, aprobada por la
UNESCO y posteriormente por la ONU, dejan bien sentadas las base en
cuanto a la defensa de todos los animales, y, de forma muy especial, la
de los animales domésticos y salvajes en cautiverio, sentando las
bases de lo permitido y lo prohibido con respecto a toda clase de
animales; para que, de una vez por todas, el animal más salvaje que
ocupa el planeta, conocido como Homo sapiens, -el hombre- sepa a qué
atenerse si no cumple lo preceptuado.
Por lo leído hasta aquí,
quizás alguien pueda malinterpretarme o pensar que hay cierta
discordancia o contradicción entre ser ecologista-defensor de los
animales y añorar la fiesta de los gallos; pues no. Quien así piense se
equivoca, yerra el golpe. Las tradiciones soy partidario de
conservarlas, pero sin la presencia de animales como establece la ONU
cuando estos formen parte de la costumbre, como el gallo zarceño que es
el caso que nos ocupa. Veámoslo:
Es mi opinión personal. Creo
sinceramente que los gallos se deberían seguir corrido en La Zarza como
antes pero, (aquí viene el pero) sin el gallo en cuestión.
¿Cómo...? Muy sencillo. (esta es una de las muchas fórmulas que se
pueden emplear si hay voluntad de recuperación) Con un gallo de
plástico, madera u otra materia sólida de los muchos que hay en el
mercado y son auténticas imitaciones, casi idénticas a la realidad. Al
gallo se le mete en una jaula de dimensiones apropiadas a su tamaño, se
cuelga en el mismo lugar que antiguamente se colgaba el gallo por las
patas cabeza abajo. La jaula tanto en la parte superior como en la
inferior, estaría provista de una anilla relativamente grande; la
superior introducida en una pequeña barra paralela al eje de la
calzada, se deslizaría impulsada por la acción del corredor que
empuñando a modo de espada un palo puntiagudo de madera u otra materia
la introduciría en la anilla inferior, logrando con esa acción,
llevarse la jaula correspondiente y el gallo dentro, junto con el
premio que previamente se le asigne a cada jaula. Coger la jaula con la
mano asiendo la anilla, las cintas o cualquier otra parte de la misma,
si se considera oportuno, también podría ser otra solución. Se trataría
de sacar la jaula del sito y llevársela, con el gallo y su
correspondiente premio. Así de sencillo. Se podrían colgar
simultáneamente tantas jaulas como cupieran en la cuerda-soga o
barra transversal al eje de la calzada que se utilice al efecto, para
que el jinete eligiera la que a él le resulte más atractiva.
Para darle más colorido al
ambiente, la jaula podría ir adornada con unas cintas de distintas
tonalidades colgando alrededor de la misma, cada una con un premio
adicional; bien aportado por alguna casa comercial, el Ayuntamiento u
otra entidad colaboradora, centro cultural, peñas, bancos, cajas de
ahorros, etc.
El número de jaulas iría en
función de la cantidad de premios que los organizadores de la fiesta
estimen oportuno, que podrían aumentar si se hace partícipe de este
evento a la
“afición” de los pueblos colindantes y del entorno, cuya juventud,
(si se le invita) posiblemente no sería muy remilga a formar parte de
este acontecimiento deportivo, típico de nuestro pueblo; lo que daría
motivo para que nuestra fiesta fuese más conocida en la comarca y fuera
de ella, si en la misma participan competidores de otras localidades
más o menos cercanas, pero que, al tratarse de jinetes; posiblemente
gentes a las que le guste montar a caballo, se animarían a colaborar;
más que nada, para hacerse conocer; sumándose así el número de
visitantes que acudirían al pueblo en las fiestas patronales; pues,
posiblemente, si se consigue el éxito; este evento, sería más apropiado
para las fiestas patronales veraniegas que en el carnaval, que en los
pueblos pequeños está menguando.
De esta forma, la tradición,
(la costumbre) seguiría, los gallos no sufrirían absolutamente nada,
incluso aunque se le cayera al jinete la jaula al suelo, la fiesta,
volvería a formar parte de nuestra fiesta, y la vida seguiría
igual.
Ya sé que actualmente en La
Zarza escasean los caballos, hay pocos jinetes y menos amazonas para
poder celebrar el evento con suficientes monturas, por eso apuntaba con
anterioridad que esta fiesta se podría abrir a la participación de
jóvenes de otros lugares que si son bien informados con anterioridad,
bien pueden formar parte del acontecimiento y engrandecer con su
presencia nuestra fiesta; toda vez que, al tratarse de una competición,
resultaría más fácil encontrar competidores, sin tener en cuenta su
procedencia, si no, su presencia.
Lo mismo que en algunos
pueblos y barrios de las ciudades existe “la caza de las cintas”
o carrera de las cintas para los más pequeños con el fin de que
participen en las fiestas desde la infancia, consistente en instalar
una cuerda o una barra de un lado al otro de la calle, -colocado
transversal a su eje- o un tramo de la misma, desde la que cuelgan un
determinado número de cintas con diferente colorido que terminan con
una anilla en el extremo inferior, y los pequeños montando en bicicleta
se van acercando sin detenerse llevando una especie de punzón fino de
madera o plástico relativamente corto en una mano (con la otra
guían la bicicleta) intentando anillarlo en la cinta que le resulte más
atractiva, llevándosela y recibiendo así el premio que acompaña a la
misma.
Ese sería el proceso más o
menos a seguir pero para adultos y con el gallo como protagonista
en la correspondiente jaula.
Si se le inculca en esa
actividad a los niños, con las cintas y la bici, de mayores se
aficionarán a las carreras de gallos y la tradición estará asegurada.
Sin duda, hay otras muchas formas de seguir con la fiesta de los
gallos; esta puede ser una de ellas; es cuestión de tener o no tener
voluntad para que la fiesta de los gallos vuelva a formar parte de
nuestra tradición, o se pierda definitivamente en el túnel del tiempo.
Depende de lo que la sientan o cómo la sientan los interesados en ello.
Los zarceños.
Lo expuesto con anterioridad,
es solamente una sugerencia a título personal, por si las
autoridades municipales estimaran oportuno tenerla en consideración
para recuperar una tradición tan antigua y tan querida en otros tiempos
que por ahora está fuera de juego, pero que en el futuro podría
reforzar las fiestas de San Lorenzo, llamando la atención de los
pueblos cercanos. ¡Ánimo señor Alcalde....,! que la costumbre de correr
los gallos en La Zarza, no le costaría gran cosa al Ayuntamiento que
preside, ni las Arcas Municipales se quedarían KAO porque volviera a
ser completa la fiesta zarceña. También se perdieron “Las Madrinas”
durante unos años, y en 2.001 se recuperaron, gracias a la colaboración
de algunos/as compueblanos que supieron apreciar su valor
histórico-cultural de las mismas y lo que suponía para el pueblo. Es
cuestión de agudizar el ingenio, buscar nuevas ideas, y otras opciones
que permitan actualizar las costumbres y tradiciones que pierden fuelle
como le pasó al fuelle de las fraguas típicas, a las que se las
llevó el recuerdo.
(Luis
Esteban Toribio - Marzo 2012) -
Este
tema en su blog

SAN
MARCOS en Cerezal de Peñahorcada
El día de San Marcos, 25 de abril, a pesar de no ser
fiesta en La Zarza, los niños lo esperaban todo el año con mucha
ilusión; pues no había escuela (clase) esa tarde y todos acudían, en
grupos, a comprar caramelos a la población cercana de Cerezal de
Peñahorcada que celebraba la fiesta de su santo patrón. Constituía una
excursión colectiva, de grupos, no solo de niños, también de jovencitos
y mayores.
Personalmente,
recuerdo aquellos típicos caramelos de "cristal" (así los llamábamos),
con vivos colores, de los carameleros de Vilvestre; ricos, ricos
de verdad, que al final, chupados y gastados, quedaban afilados como
cuchillas y más de uno se cortaba la lengua con
ellos. Era casi obligada la compra de un bastón (cayada) de
caramelo por parte de los niños; que ninguna llegaba a casa intacta, ya
por rotura o por la impaciencia de darle un mordisco; con lo cual la
ilusión de enseñarla entera y hermosa quedaba rota como la
cayada. Las niñas tenían como principal atractivo de compra,
aparte de los caramelos, aquellas pelotas unidas a una goma que se
ataba a un dedo de la mano para botar y botar una y mil veces.
Era como un "yo-yo" para pobres. Algunas chicas dominaban este
arte con una destreza admirable.
Normalmente
la ida y vuelta se hacían andando por el camino
que era más recto y corto que la carretera. A veces corriendo se
llegaba en unos minutos, con la emoción palpitante de echar la
mirada atrás y ver La Zarza y a los pocos instantes, tras superar
una loma, avistar Cerezal y ver muy de cerca su Sierra (Los Peñeros),
que desde La Zarza veíamos de lejos y de todas partes; ahora aparecía
ante nuestra mirada más gigantesca. Para muchos, esta era su
primera experiencia, su primer y único desplazamiento a otro lugar,
otra población, lo que suponía un emoción indescriptible al descubrir
que por sí mismos, por su propio pie se podía "viajar" y llegar a otros
pueblos, otros mundos, aunque de momento sólo fuera, el nuevo, cercano
e ilusionante mundo del vecino Cerezal en fiestas, a escasos cuatro
kilómetros del nuestro.
También recuerdo aquella cantinela, que oíamos a los
jóvenes y los pequeños repetíamos:
|
Venimos de San Marcos |
|
Y
ahora que lo tienen |
bonita población |
|
no
sirve para ná |
bailamos en las eras |
|
porque
en él no cabe |
por no tener salón |
|
tó
el pesonal. |
O esta otra:
|
Agua de San Marcos, rey de los charcos, |
para mis triguitos que ya están floridos |
para mi cebada que ya está granada, |
para mi melón que ya tiene flor, |
para mi sandía que ya tiene un día, |
agua de San Marcos. |
****************
Si pinchas en la miniatura de la foto te mostrará la
salida de misa de S. Marcos 1966. El recuadro de "EL PUEBLO DESDE EL
AIRE" te situará en la vertical de Cerezal. A tu gusto,
desplázate, amplia, busca tu parcela, etc.
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Con este nombre de
" LOS ARRIENDOS" se conoce
en nuestro pueblo a la tradición y
costumbre que tenía lugar en el mes de octubre (creo que se
sigue
realizando). Para tal acto se reúne la gente del pueblo, antes en la
Hermandad,
ahora me imagino que en el Ayuntamiento, y se procede a subastar el
aprovechamiento de las cañadas, lagunas y campos comunes, que durante
ese año
se encuentran en la zona del pueblo donde corresponda "LA HOJA", (zona
del término del pueblo que esta sembrado). Lo peculiar de la subasta,
es que
cuando una persona sube en la puja, puede incluir vino y
vainillas, y
cuando termina la subasta se suele realizar una fiesta a base de vino y
de
vainillas. Normalmente el vino sobrante se solía aprovechar durante el
año en
los días que la gente iba a trabajar a "COMUNES." (Trabajos de
arreglos de cañadas, pilares etc.) -
(José
Manuel Martín García - 2001)
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Había juegos que
realizaban los niños, y ahora se han perdido, o no se
practican,
entre ellos tenemos "EL MARRO", "EL GUA",
"LA MAYA", "LAS TABAS"
más que por los juegos en sí, por la forma distinta de
llamarlos, de cómo
se suelen llamar en otros lugares, por ejemplo EL MARRO es como lo que
en otras
zonas llaman pilla, pilla pero con
sus peculiaridades, EL GUA es lo que llaman juego de canicas.
LA MAYA (alza la maya por..) es el juego del escondite, LAS
TABAS, juego
normalmente de las niñas, ( para tal juego se usaba un
hueso, que tienen los corderos en las patas
traseras, los cuales solían
pintar de colores.)
Otros
juegos y diversiones: "EL ARO" (rodar el aro), " LAS
PRISIONERAS", "LA COMBA", "EL CLAVO" ......
La" RAYUELA" este es un
juego con el que
se divertían los jóvenes y gente mayor, aunque poco, aún se juega
algunas veces; hay muchos juegos parecidos, en los que se emplean
monedas;
pero tal como se juega en la Zarza, con una mesa y con las perras
gordas de
finales del siglo XIX y principios del XX , con sus reglas, solamente
se juega
en Corporario y en Aldeadávila.
(José Manuel
Martín García- 2001)
MAS JUEGOS EN:
Guía de Juegos Tradicionales

¿Recuerdas alguna de las
letras de canciones
infantiles de cuando tú eras niño/a que tuviera, quizá, algún localismo
de
nuestro pueblo o zona?. Envíamela, por favor, para que las
recordemos. De todas formas en el enlace de más abajo (Cancionero
popular
infantil) las tienes casi todas. Disfruta como un niño que un dia fuiste
El patio
de mi casa |
|
es
particular |
|
cuando
llueve se moja |
|
como los
demás |
|
|
|
Agachaté..... |
|
Cancionero
popular infantil (con letra y
música)
*******************


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